17 de mayo de 2011

Llamando a Londres






         Una ciudad grande. Enorme. Una capital real de una potencia que domina el mundo. Millones de personas transitan cada día, cada minuto, por sus carreteras, sus cielos, sus calles y su río. Un monumental e impersonal  hormiguero que se hace aún más evidente si cabe al adentrarse en el subsuelo. Las personas se convierten en gente. Gente que no se conoce. Gente que no se saluda. Gente que almuerza entre una parada y otra de metro. Gente que no levanta los ojos de su móvil. Gente que tropieza con otra sin inmutarse. Gente que corre porque la ciudad corre, y nunca la llegan a alcanzar. Gente que vive para trabajar esperando la hora de salida para abarrotar los bares que venden cerveza. Gente que trabaja para comprar.

         Gente que se cree privilegiada por agotar sus días dentro de una ciudad donde constantemente son manipulados de manera sutil. Bombardeos de publicidad a cada paso que dan indicándoles el camino empedrado por el que conseguir lo que creen que necesitan. Hormiguitas que se dirigen con puntualidad británica donde toca ir. Y nada más.

         Monumentos de inspiración bélica, autobuses, trenes coches, barcos, aviones, bares, restaurantes, grandes almacenes, dinero, dinero, dinero. Y nada más. No existe nada más en la ciudad porque ella no lo permite.

“La era del hielo se acerca, el sol se hace más fuerte / Se aguarda un colapso, y el trigo apenas crece / los motores se detienen, pero no tengo miedo / porque Londres se está incendiando y yo vivo junto al río”

        Salud y hasta pronto

Londres-Málaga 15 de mayo de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe lo que creas conveniente, con libertad y respeto.