25 de diciembre de 2013

Navidad, cruel Navidad



         Este año no hubiera querido escribir nada sobre lo que estoy escribiendo pero lamentablemente los acontecimientos me empujan a ello como un suicida al borde de un acantilado agobiado por las circunstancias que le han llevado hasta allí. Cada año se divide naturalmente en estaciones y nosotros las dividimos a su vez en subestaciones más o menos consensuadas. Así, más que de la primavera nos acordamos cada año de la Semana Santa y del Corte Inglés. El verano lo sentimos como la noche de San Juan, los días largos y luminosos, el calor, los helados, las cervezas frías y el descanso vacacional. El otoño llega con la nostalgia del verano a cuestas, las castañas y los primeros fríos. Todos estos acontecimientos y sensaciones nos hacen que cada uno de nosotros percibamos cada momento del año de manera distinta, con momentos comunes pero de forma diferente. Y llega el invierno. Frío, nieve... y Navidad.



         No consigo identificar ningún momento del año con unos sentimientos más crudos y reales. Hace tiempo recuerdo estos días con ilusión, primero por no tener que ir a clases, después por las sorpresas materiales que te esperaban. Incluso, llegado un momento, esperábamos con ilusión la llegada de la Navidad para estar más tiempo juntos parejas, amigos y, por qué no, familia. Fuimos ilusos y caímos en la trampa. La crueldad disfruta más cuanto más inesperada es su llegada. La Navidad nos encandiló cuando éramos tiernos y nos vendió que sus días eran días de felicidad y paz. Y continúa haciéndolo con la gente que se deja. Se ve que la Navidad no tiene televisión, ni periódicos, ni siquiera una conexión a internet, y seguro que nunca tuvo amigos y familiares que disfrutaron con ella y que ya no están. Esas son las únicas razones que encuentro para disculparla. Si es tan ilusa e inocente como para no tener sentimientos de nostalgia y de culpa entonces sí la disculpo. Si no, lo siento pero debo, desde estas líneas, llamar a las cosas por su nombre y ese no es otro que "cruel". La Navidad es cruel porque nos recuerda cínicamente que no hace ni un año estábamos compartiendo un momento con alguien que ya no está. Es cruel porque no permite que otros momentos del año, más naturales, tengan su protagonismo. Es cruel porque te empuja y te obliga a ser feliz cuando tú no quieres. Es cruel porque si no estás en consonancia con la mayoría de los mortales de tu alrededor eres el bicho raro y se encarga de azuzarlos para que te sientas peor aún. Es cruel porque vuelve cada año a comprobar que todo sigue adelante según su maquiavélico guión. Es cruel porque a la más mínima ocasión que tiene te golpea una vez más. Es cruel porque utiliza sus siervos navideños para hacerte sentir peor. La Navidad es cruel... y lo sabe. Y eso la hace más cruel aún.



         Cruel: Que se deleita en hacer sufrir o se complace en los padecimientos ajenos.



Salud y rock and roll.