No conozco, ni creo que vaya a conocer nunca en mi vida, a una persona con
una fortaleza tan arraigada en su interior. Y se ha ido. Nunca, y lo digo sin
reparo alguno, tuvimos una discusión. Obviamente en algunos aspectos de la vida
y el trabajo pensábamos de maneras distintas, hablábamos de ello y nunca,
absolutamente nunca, nos enfadamos por ello. Pero se ha ido. Aunque estábamos
prevenidos no estábamos preparados para el amargo, áspero y abrasivo trago de
estos días. Y finalmente se ha ido. Aunque lo ha hecho, y doy fe de ello, junto
a lo que más quería en el mundo: su familia.
Llevo varios días, y no sólo estas desgarradoras últimas horas, teniendo
fogonazos en mi cabeza de los muchos momentos compartidos. Estaba yo sentado en
una mesa junto a la puerta de la oficina donde sólo hacia unos meses había
empezado mi periplo profesional cuando una chica de cara amable, voz suave y
porte seguro entró y me preguntó por el nombre de la que sería nuestra futura
pseudo jefa. Desde ese momento hasta ahora. No, hasta siempre. Yo siempre la
llamé mi compañera, y lo sigo haciendo, aunque ya quisieran muchos mal llamados
amigos tener la amistad, el respeto,
la confianza, la generosidad, el entendimiento, la solidaridad, la complicidad
y el cariño que nosotros hemos compartido todos estos años. Hemos crecido
juntos, sí. Y lo digo sin pudor alguno aunque cuando nos conocimos yo estaba a
punto de entrar en la treintena y ella llevará unos años disfrutándola. Los dos
juntos, codo con codo, fuimos aprendiendo el oficio a la par, atendiendo a
nuestros clientes con amabilidad y peleando con abogados con tesón en un mundo
ajeno al nuestro pero que conseguimos dominar porque nos teníamos el uno al
otro. Yo sabía si una situación era mejor que la gestionara ella y ella
conocía, aunque yo no lo supiera, donde podría yo sacar más provecho en
beneficio de todos. Nos lo decíamos y punto, a trabajar. Creo que
compenetración absoluta es una buena manera de definirlo.
En verano almorzábamos un bocadillo en la playa y volvíamos a la oficina
para continuar la tarde. Tal era mi ignorancia en algunos aspectos, y por eso
digo que hemos crecido juntos, que cuando cayeron las torres gemelas fue ella,
mientras compartíamos una paella, la que me ilustró al respecto. Recuerdo que
el primer regalo que me hizo fue un bolígrafo de Disney de su viaje familiar a
Orlando. El mío fue un disco de un cantante de soul. Años más tarde, sin aviso
alguno, se presentó en una comida con un bolígrafo (ya no de Mickey Mouse) para
mí y otro para otro miembro de nuestro equipo. Hemos ido al teatro, a conciertos,
a la ópera (mi primera ópera). Hemos reído y hemos llorado juntos.
Generosa y siempre cuidando del niño,
que no era otro que yo. Cuando le diagnosticaron su maldita enfermedad yo me
encontraba realizando uno de los mejores viajes que he hecho y ella lo sabía
perfectamente. Aunque hablamos en alguna ocasión en esos días ella decidió no
darme la noticia hasta mi vuelta. Para no estropearme el viaje. Siempre
pensando en los demás. Durante todos estos años de dura lucha nunca se
despreocupó, ni mucho menos, de su familia. Con la misma fuerza con la que luchó
hasta el final contra su destino, y en varias ocasiones ganó, defendía y
protegía a su marido, a su hijo y a su hija. Aún no consigo comprender de donde
podía emerger tanta fortaleza para llevar tantos y tantos asuntos contra viento
y marea. Y en mitad de todo, encima, me ayudó a mí en muchas ocasiones en las
cuales mi desconcierto crecía cuando la veía a ella dándome ánimos a mí. En una
de esas ocasiones le regalé unos versos robados de una canción que decían:
"Las piernas a mí me temblaron
y tus ojos jamás se cerraron"
Sus ojos nunca se
cerraron para ayudar a sus seres queridos, a los cuales tengo el honor de
humildemente pertenecer.
Y aunque se haya ido siempre estará aquí. En muchas circunstacias se dice
esto mismo y yo incluso lo he pensado en otros momentos de mi vida, pero siento
en lo más profundo de mi ser que esta ocasión es distinta. Esta ocasión es
especial como lo era ella. Y así como, y perdonad que mi vicio musical se
entrometa en estas líneas, Los Secretos siguen dedicando cada concierto a su
alma desaparecida hace ya algunos años, cada trabajo finalizado será obra mía y
de mi compañera Laura.
Buen fin de semana Laura, nos vemos el lunes.