Existen distintos tipos de viajes. Hay viajes de trabajo, también culturales a sitios lejanos y desconocidos, los hay a lugares más cercanos; se hacen viajes saludables y otros no tanto; vacaciones gastronómicas con la intención de degustar un numero indeterminado de manjares locales tanto sólidos como líquidos; trayectos en moto, en avión, en coche, en barco, en tren, en bici, a pie; alojándonos en hoteles con todas las estrellas del firmamento y en pensiones peleadas de esos cuerpos celestes pero que nos sacan de un apuro; hacemos viajes en pareja, con amigos e incluso con algún que otro desconocido que puede llegar a ser lo uno o lo otro; se hacen viajes egoístas la mayoría aunque también los hay solidarios; viajamos para encontrarnos a nosotros y también para reencontrarnos con gente; salimos para alcanzar una meta, para cansarnos, pero también, y este es el más olvidado de todos, para descansar.
Quizá sean los años, quizá sea el carácter, seguro que es la mezcla de ambos. Hemos descubierto un tipo de viaje que nos encanta a los dos. El viaje de tranquilidad y descanso. Un viaje sin complejos de inactividad porque el hecho de no estar caminando días enteros por ciudades clon de diversas partes del mundo no implica que no tengamos ansias. Probablemente tenemos esas mismas ganas de aprovechar el tiempo que en condiciones normales no disponemos, pero a nuestra manera totalmente distinta a la de la mayoría. Un lugar bonito, un libro, Internet y paseos con mi compañera. Y nada más. Bueno, comida y vino también. Pero ya está.
Y hemos encontrado ese sitio a mil kilómetros de casa. Pero ahí está. En Camprodón, en el pirineo de Girona, en el Hotelet del Bac. Una antigua masía reconvertida en hotel rural impresionante, en un paraje impresionante, con unas vistas impresionantes y con unos anfitriones impresionantes. Intentar encontrar un calificativo distinto para cada uno de ellos sería separar algo que está en perfecta sincronía. Allí hemos descubierto un nuevo camino de relajación, tranquilidad y solidaridad. Allí hemos tocado el tiempo, saboreado el verde, olido la lluvia, escuchado el silencio y divisado el futuro. Y eso está bien.
“Y aquí estoy tumbado a la bartola / me rasco la barriga y escucho a los Kinks. / Y aquí estoy tumbado a la bartola / no rasco ni bola y leo a Tintín”
Salud y rock'n'roll.
Camprodón, 19 de septiembre de 2012
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