No recuerdo a quien se lo escuché decir. No consigo acordarme si la noticia vino de un medio visual o de audio. Lo cierto es que hace unos días me pareció entender que cierta cadena de televisión se había hecho con la franja digital donde desde hace un tiempo emitía otro canal. Al parecer su intención era utilizar esa frecuencia para emitir uno de sus programas estrella durante las veinticuatro horas del día. Hasta aquí todo correcto siguiendo las normas que rigen esta suciedad, perdón, sociedad: oferta, demanda y resultados económicos. El canal condenado a desaparecer no estaba dando los beneficios que se le exigían desde hacía un tiempo y por ello el final se veía cada vez más cerca. Todo esto, para mentes frías y calculadoras, como son las que nos manejan, es fácil de asimilar ya que no tienen en cuenta (probablemente porque no poseen ni un ápice de dignidad humana y cultural) a las minorías y tan solo viven para ganar más y más dinero. Para mí ha sido un poco más difícil.
Resumiendo toda esta historia y poniendo nombres y apellidos, el canal desaparecido no es otro que CNN+ y el canal emergente llamado a alienizar a cada vez más vidas vacías no podía ser otro que Telecinco, y más concretamente su omnipresente programa “gran hermano, enésima edición”. O sea, el cambio es radical, alucinante, pasmoso y, aunque es cierto, increíble. En esta España en la que vivimos, donde nos creemos todo lo que nos sirven en bandeja de “plasma”, la última jugada no ha sido otra que cambiar una programación seria, cultural y con prestigio internacional por un circo en el que absolutos desconocidos se jactan, o al menos hacen demostración, de no haber leído una página de un libro en su vida, por muchos dibujos que tuviera.
Lo malo no es haber cambiado un programa por otro. No. Lo peor de todo esto es que se hace porque la gente, el pueblo, así lo quiere. Es así. Si la gente le interesara una entrevista a un músico, a un escritor o a un científico nos iría la vida de muy diferente manera y, como daño colateral, no se hubiera tenido que cerrar un medio de comunicación por decisiones económicas. Así pues, el problema (y cada vez estoy lamentablemente más convencido de ello) no sólo es la manifiesta incultura general del país sino que consciente o inconscientemente no nos importa gritarlo a los cuatro vientos sintiéndonos extrañamente orgullosos de tan dudoso mérito. Yo no lo llego a entender, pero me temo que así es. Tan solo hay que escuchar la mofa que existe desde hace tiempo con la programación del segundo canal de televisión española. Nadie se avergüenza tanto y se siente más bicho raro en esta selva como el que admite que le interesan ciertos programas de La 2. Rápidamente es objeto de todo tipo de burlas o de frasecillas tales como: “mira este, se cree más que nosotros porque ve Redes”.
Esto es el mundo al revés. O al menos eso quiero creer.
“Estoy buscando tu luz / siempre es de noche si no estás tú. / Sin tu luz mis sueños nunca podrán / salir de esta oscuridad”
Salud y hasta pronto.
Aldeire, 31 de diciembre de 2010
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