Hola
Laura.
Hoy hace
ya un año y hace tan sólo un año que te fuiste. Esta frase, que puede parecer
muy boba, ha estado muy presente y ha tenido mucho sentido para los que
estábamos a tu lado. En muchas ocasiones hemos coincidido en "mira el tiempo que ha pasado"
y a continuación en "si es que sólo
han pasado tantos o cuantos meses". Para todos, tu marcha, fue un
durísimo trago que aún nos cuesta digerir aunque, sinceramente, en el fondo sabíamos
que no ibas a poder quedarte por aquí mucho tiempo más. Estos días están siendo
amargos por lo significativo de la fecha. Me han venido a la cabeza muchos
momentos compartidos y muchos otros que hubiera querido compartir y que, al irte,
me dejaste con el agrio sabor de no haber hecho esto o lo otro, de no haberte
dicho esto o lo otro, de no haber estado más encima de ti y menos de mi
sabiendo por lo que estabas pasando.
El día
después de tu marcha fue sobrecogedor. Esos días no quise contártelo, pero
ahora ya sabrás que una tía de Ángela muy querida por nosotros también estaba
preparando su marcha y se fue el mismo día que tú. Mejor, así ninguna de las
dos hicisteis el viaje solas. Se llama Mamen, seguro que os conocisteis en el
camino. Como te decía, el día después fue atroz. Nos reunimos en un lugar, muy
cercanas las dos familias, para despediros. No veas la de gente que fue a
interesarse por ti al enterarse de tu marcha. Experimenté dos sentimientos
contrapuestos: desprecio y enfado por los que creía más cercanos y no vinieron,
y alegría e ilusión por los que creía más lejanos y vinieron. Ya me conoces,
estos últimos me ganaron ya para toda la vida. De los primeros, mejor no
hablar.
Fue un día
de muchas emociones. Fue ahí, maldita sea y no antes, cuando empecé a caer en
la cuenta de las muchas cosas que podría haber hecho de más para que la
preparación de tu viaje te hubiese resultado más serena, más cómoda. Para que
te hubieras sentido más arropada, más entendida, por la gente más cercana a ti
si exceptuamos tu familia, claro. Por cierto, vaya cómo me hicieron sentir
todos tus hermanos y tu madre. El cariño que me trasmitieron cada uno de ellos,
de su parte y de la tuya, me ponía los pelos de punta y aún me los sigue
poniendo. La verdad es que cada vez que me decían algún halago sabía que venía
de ti, y eso me hacía sentir mejor. ¿Y tu madre? ¿Qué me dices de tu madre? A
la pobre se le escaparon de entre los dedos en apenas unos meses dos de sus
sustentos vitales. Pero no te preocupes por ella, está bien atendida por toda
tu familia. Yo la llamo de vez en cuando y creo que a ella le hace ilusión que
me acuerde. De hecho una vez que la llamé fue en su cumpleaños sin saberlo, así
que mira qué bien quedé.
En cuanto
al trabajo este año no ha ido del todo mal. Ni de muy lejos como cuando los dos
nos enfrentábamos cada día a nuestros guiris a entregarles pisos en plena
construcción, con pintores, pulidores y albañiles mezclándose con la mudanza y
la ilusión del pobre cliente. ¡Madre mía, qué locura! Pero vamos, nos hemos
sacado un sueldecito y eso, tú ya lo sabes, en estos días inciertos ya es
mucho. Ah, no sabes a cuánta gente le he dicho, durante todo este tiempo de
ausencia, que te tuviste que ir (y sé que seguiré haciéndolo durante un tiempo).
Puedes estar tranquila porque mucha más gente de la que imaginas te tiene en
estima. Lástima que no puedas agradecerles en persona su preocupación pero no
te preocupes que de eso me estoy encargando yo. Ya tendrás ocasión más adelante
de hacerlo tú misma.
En los
meses siguientes a tu partida nos vimos varias veces con Antonio y los niños.
Bueno, “los niños”. Antoñito ya va teniendo poco de “ñito”, y Laura, ya lo pudiste comprobar tú misma, es una chica
independiente y muy centrada. A Antonio entre todos le hemos echado una mano en
lo que cada uno podía y pudo ir ordenando todo poco a poco. ¿Ves? Estas son una
de las cosas que deberíamos haber hecho más cuando podíamos hacerlo: salir a
comer, a cenar o lo que sea. Lo hicimos, pero ahora siento que pocas veces.
Hace unos días vi en la calle un cartel anunciando la opera Carmen y me trajo a
la memoria la noche que fuimos a verla al Cervantes. ¿Te acuerdas? A mí me
encantó, pero era un viernes por la noche, después de una larga semana, y los asientos
que teníamos no eran de lo más cómodo que digamos. Recuerdo perfectamente la
buena compañía por supuesto, la escenografía, la música, los subtítulos con los
cuales se podía seguir la historia perfectamente, y los difíciles taburetes
altos de bar de pueblo. Por cierto, no lo cambiaría por nada.
A veces
aún me parece verte por la calle en algún andar, en algún peinado, en alguna
ropa, en algún verso de una canción, que me hace volver a cuando estabas aquí. Cuando lo llevabas todo para
adelante, tú sola, hasta que ya no pudiste más y tuviste que dejarlo. Ah, me
acabo de acordar de una cosa. ¿Te acuerdas de Araceli, la abogada que era muy
simpática y que llevó las compras de varios clientes de Jardín Botánico? Pues
vas a flipar. Aparece de guionista en la serie “La que se avecina”. La de los
vecinos que te gustaba ver. Te lo cuento en esta carta porque nadie más de
nuestro entorno puede apreciar de verdad la graciosa coincidencia de haber
estado tratando a esta chica como abogada en el día a día y de pronto verla en
los créditos de una serie de televisión tan aclamada. Y claro, cuando me di cuenta
un día ya no te lo pude decir porque ya no estabas.
Bueno, no
sé cómo despedirme, la verdad. Seguro que me dejo muchas cosas por contarte
pero estoy seguro que estás al loro de más de lo que imaginamos por aquí.
Menuda eres. Ángela y yo estamos bien. Hemos pasado un año muy difícil, con más
despedidas de las precisas, pero nos hemos estado apoyando el uno en el otro y
creemos que de momento todo ha pasado. Sabía que esto te iba a alegrar (lo de
que ahora ya ha pasado no lo del año difícil, claro).
Laura, feliz cumpleaños con un día de retraso, cuídate mucho estés donde estés y no dudes, porque yo no lo hago, que nos
volveremos a ver.
No hay olvido cuando existe
la amistad y el respeto,
el recuerdo de momentos
entrañables,
alegrías y secretos.
Nos volveremos a ver
porque siempre hay un regreso.
Por eso, contá con eso.
Pongo mi mano en el fuego por vos.
(J.
Larrosa, A. Calamaro)