Me había ocurrido muy pocas veces. Incluso me atrevería a decir que, afortunadamente, no me ha pasado en casi ninguna ocasión. Pero el otro día sucedió y fue una sensación de esas que te llenan por completo durante días, semanas e incluso meses. De hecho al acabar comienzas a desear que llegue el momento en que experimentes lo mismo y piensas que nunca más volverá a suceder. Pero cuando menos lo esperas, llega.

Un amigo reciente emprendió hace unos días un viaje poco común. Mochila a cuestas se marchó solo a recorrer medio mundo en medio año con la intención de mezclarse con las gentes que a su paso encuentre en su periplo a través de Asia, Oceanía y Sudamérica. No es un turista al uso, representa el lado más salvaje del turismo.
Dos buenos amigos comenzaron una aventura unos meses atrás que les llevó a uno de los sitios más distintos y apartados, en todos los sentidos, de sus respectivos lugares de origen. Dos urbanitas en mitad de un pueblo de seiscientos habitantes y tratando de levantar un negocio con más trabas que ayudas. Pero lo consiguieron. Se fueron hacia lo salvaje y lo dominaron.
Otro gran amigo sufrió hace unos meses en sus propias carnes el lado más salvaje del trabajo. Tras varios años en una empresa dedicándole más tiempo del requerido decidieron prescindir de él sin más explicaciones.
Yo mismo, he tenido que embarcarme en una aventura más liviana, todo hay que decirlo, que las anteriores pero que me ha llevado a tomar ciertas decisiones difíciles y tomar las riendas de una situación que comenzaba a ser demasiado salvaje para mi gusto.
A partir de ahora seguiré mi camino por ese lado salvaje de la vida que son los negocios; mi amigo seguro que conseguirá salir de esa pasiva situación para adentrarse otra vez en la parte laboral más salvaje de nuestra sociedad; mis amigos continuarán con trabajo, tesón e ilusión su proyecto común obviando las necias situaciones que les puedan suceder en ese mundo rural a veces tan salvaje; mi otro amigo volverá de su viaje salvaje a contarnos todo lo que ha descubierto en esos mundos tan diferentes pero que, aunque no nos lo creamos, también existen habitados por personas; y mientras tanto Eva y Juan, Amaral, seguirán tocando esa canción que nos permite soñar y vivir historias de otros, desgracias y alegrías de otros, añoranzas y esperanzas de otros.
“…Y en los árboles escucha / voces de tiempos remotos. / Ha elegido caminar / hacia lo salvaje”
(Amaral)
Salud y hasta pronto.
Torremolinos, 1 de noviembre de 2011