31 de octubre de 2014

No hay olvido (Carta a una amiga)

Nos Volveremos A Ver by Andrés Calamaro on Grooveshark


Hola Laura.

Hoy hace ya un año y hace tan sólo un año que te fuiste. Esta frase, que puede parecer muy boba, ha estado muy presente y ha tenido mucho sentido para los que estábamos a tu lado. En muchas ocasiones hemos coincidido en "mira el tiempo que ha pasado" y a continuación en "si es que sólo han pasado tantos o cuantos meses". Para todos, tu marcha, fue un durísimo trago que aún nos cuesta digerir aunque, sinceramente, en el fondo sabíamos que no ibas a poder quedarte por aquí mucho tiempo más. Estos días están siendo amargos por lo significativo de la fecha. Me han venido a la cabeza muchos momentos compartidos y muchos otros que hubiera querido compartir y que, al irte, me dejaste con el agrio sabor de no haber hecho esto o lo otro, de no haberte dicho esto o lo otro, de no haber estado más encima de ti y menos de mi sabiendo por lo que estabas pasando.

El día después de tu marcha fue sobrecogedor. Esos días no quise contártelo, pero ahora ya sabrás que una tía de Ángela muy querida por nosotros también estaba preparando su marcha y se fue el mismo día que tú. Mejor, así ninguna de las dos hicisteis el viaje solas. Se llama Mamen, seguro que os conocisteis en el camino. Como te decía, el día después fue atroz. Nos reunimos en un lugar, muy cercanas las dos familias, para despediros. No veas la de gente que fue a interesarse por ti al enterarse de tu marcha. Experimenté dos sentimientos contrapuestos: desprecio y enfado por los que creía más cercanos y no vinieron, y alegría e ilusión por los que creía más lejanos y vinieron. Ya me conoces, estos últimos me ganaron ya para toda la vida. De los primeros, mejor no hablar.

Fue un día de muchas emociones. Fue ahí, maldita sea y no antes, cuando empecé a caer en la cuenta de las muchas cosas que podría haber hecho de más para que la preparación de tu viaje te hubiese resultado más serena, más cómoda. Para que te hubieras sentido más arropada, más entendida, por la gente más cercana a ti si exceptuamos tu familia, claro. Por cierto, vaya cómo me hicieron sentir todos tus hermanos y tu madre. El cariño que me trasmitieron cada uno de ellos, de su parte y de la tuya, me ponía los pelos de punta y aún me los sigue poniendo. La verdad es que cada vez que me decían algún halago sabía que venía de ti, y eso me hacía sentir mejor. ¿Y tu madre? ¿Qué me dices de tu madre? A la pobre se le escaparon de entre los dedos en apenas unos meses dos de sus sustentos vitales. Pero no te preocupes por ella, está bien atendida por toda tu familia. Yo la llamo de vez en cuando y creo que a ella le hace ilusión que me acuerde. De hecho una vez que la llamé fue en su cumpleaños sin saberlo, así que mira qué bien quedé.

En cuanto al trabajo este año no ha ido del todo mal. Ni de muy lejos como cuando los dos nos enfrentábamos cada día a nuestros guiris a entregarles pisos en plena construcción, con pintores, pulidores y albañiles mezclándose con la mudanza y la ilusión del pobre cliente. ¡Madre mía, qué locura! Pero vamos, nos hemos sacado un sueldecito y eso, tú ya lo sabes, en estos días inciertos ya es mucho. Ah, no sabes a cuánta gente le he dicho, durante todo este tiempo de ausencia, que te tuviste que ir (y sé que seguiré haciéndolo durante un tiempo). Puedes estar tranquila porque mucha más gente de la que imaginas te tiene en estima. Lástima que no puedas agradecerles en persona su preocupación pero no te preocupes que de eso me estoy encargando yo. Ya tendrás ocasión más adelante de hacerlo tú misma.

En los meses siguientes a tu partida nos vimos varias veces con Antonio y los niños. Bueno, “los niños”. Antoñito ya va teniendo poco de “ñito”, y Laura, ya lo pudiste comprobar tú misma, es una chica independiente y muy centrada. A Antonio entre todos le hemos echado una mano en lo que cada uno podía y pudo ir ordenando todo poco a poco. ¿Ves? Estas son una de las cosas que deberíamos haber hecho más cuando podíamos hacerlo: salir a comer, a cenar o lo que sea. Lo hicimos, pero ahora siento que pocas veces. Hace unos días vi en la calle un cartel anunciando la opera Carmen y me trajo a la memoria la noche que fuimos a verla al Cervantes. ¿Te acuerdas? A mí me encantó, pero era un viernes por la noche, después de una larga semana, y los asientos que teníamos no eran de lo más cómodo que digamos. Recuerdo perfectamente la buena compañía por supuesto, la escenografía, la música, los subtítulos con los cuales se podía seguir la historia perfectamente, y los difíciles taburetes altos de bar de pueblo. Por cierto, no lo cambiaría por nada.

A veces aún me parece verte por la calle en algún andar, en algún peinado, en alguna ropa, en algún verso de una canción, que me hace volver a cuando estabas aquí. Cuando lo llevabas todo para adelante, tú sola, hasta que ya no pudiste más y tuviste que dejarlo. Ah, me acabo de acordar de una cosa. ¿Te acuerdas de Araceli, la abogada que era muy simpática y que llevó las compras de varios clientes de Jardín Botánico? Pues vas a flipar. Aparece de guionista en la serie “La que se avecina”. La de los vecinos que te gustaba ver. Te lo cuento en esta carta porque nadie más de nuestro entorno puede apreciar de verdad la graciosa coincidencia de haber estado tratando a esta chica como abogada en el día a día y de pronto verla en los créditos de una serie de televisión tan aclamada. Y claro, cuando me di cuenta un día ya no te lo pude decir porque ya no estabas.

Bueno, no sé cómo despedirme, la verdad. Seguro que me dejo muchas cosas por contarte pero estoy seguro que estás al loro de más de lo que imaginamos por aquí. Menuda eres. Ángela y yo estamos bien. Hemos pasado un año muy difícil, con más despedidas de las precisas, pero nos hemos estado apoyando el uno en el otro y creemos que de momento todo ha pasado. Sabía que esto te iba a alegrar (lo de que ahora ya ha pasado no lo del año difícil, claro).

Laura, feliz cumpleaños con un día de retraso, cuídate mucho estés donde estés y no dudes, porque yo no lo hago, que nos volveremos a ver.

No hay olvido cuando existe
la amistad y el respeto,
el recuerdo de momentos entrañables,
alegrías y secretos.
Nos volveremos a ver
porque siempre hay un regreso.
Por eso, contá con eso.
Pongo mi mano en el fuego por vos.

(J. Larrosa, A. Calamaro)