14 de abril de 2011

Perplejidad eléctrica



         Perplejo. Perplejo, anonadado e incrédulo. Así, y reprimiendo los auténticos calificativos que describirían mejor mi estado de ánimo para así tratar de no dañar la sensibilidad del lector, es como me encontré esta mañana en mitad de una acera.

         Blanco y negro. Una larga cola de personas espera paciente y soñolienta ante la puerta de un establecimiento situado en la parte trasera de una de las vías principales de la ciudad. Esperan, atentas a sus relojes, a que llegue la hora anunciada. Esperan atentas y amenazantes ante cualquier nueva incorporación al grupo, controlando e indicando, por si las intenciones son otras, donde se encuentra el último de la fila. ¿Es esta la cola? ¿Es usted el último? Son las palabras mas repetidas en esa temprana mañana en esa pequeña calle. Llega la hora ansiada y al fin abren la puerta. Una señorita comienza a dar números por riguroso orden de llegada en un repentino ataque de organización. A algunos se nos antoja un poco tardía la medida. La gente se dispersa por la calle una vez que han tomado posesión del ansiado papelito que les otorga un derecho de turno por el que lucharán si es preciso.



         ¿Tardaran mucho, señorita? Unos diez o quince minutos cada uno. Tengo veintitantos por delante. Son sólo dos personas atendiendo a los clientes. El bar de la esquina tiene pinta de hacer su particular agosto cada mañana sin tener que esperar a tan calurosas fechas. Tras una larga espera en la que se suceden protestas que no encuentran ni respuesta ni comprensión, por fin entro en la oficina. Pronto será mi momento. Es una oficina pequeña, paradójicamente apenas iluminada, con dos mesas para atender a decenas de personas y seis sillas para acomodarlos en su larga espera, tiene también una vieja puerta al fondo por donde salen y entran personas sin oficio conocido. Está situada en la parte trasera de una de las vías principales de la ciudad. Quizá se solucione mi problema, quizá no. No hay garantías.

         La ciudad es Fuengirola, la oficina es de sevillanaendesa y, aunque parezca mentira, la escena real no fue en blanco y negro.

“…y enfocaré mi mente en ti / y en lo que nos costará reconstruir / antiguas catedrales / De nuevo la realidad / se volverá perplejidad”

         Salud y hasta pronto.

Fuengirola, 12 de abril de 2011